LOS
DUENDES Y LAS MONEDAS
Miguel Ocaña Ramírez
DEDICADO A MI PADRE: ROLANDO OCAÑA RAMÍREZ, QUE UN DÍA PARTIÓ AL CIELO.
¡HIJOS DE P..., CONCHAS DE SU M...!, exclamaba
con fuerza y a viva voz el valiente familiar canchaqueño, quien era conocido
por no temerle ni al mismo Satán.
¡YA ME TIENEN COJUDO JALÁNDOME LA COLCHA Y
TIRÁNDOME COJUDECES TODAS LAS NOCHES…!
Los espíritus juguetones, aquella oscura noche
de sueño en el antiguo aposento de barro y tejas a dos aguas del viejo serrano,
habían ya colmado su paciencia, allá, en lo alto de la bellísima sierra piurana.
Sobre su cuerpo habían impactado pequeñas
piedras acompañadas de silbidos burlones de "seres imaginarios",
alterándole su tranquilo y nocturno descansar.
¡CARAJO…, TÍRENME PLATA MIERDAS Y NO ME JODAN…!-
gritó desesperado el impávido montañés, entre el vacío negro turbado por la
nada y la perturbación espiritual.
De pronto…Y después de una silenciosa, oscura y
breve interrupción, cayeron sobre él y por el suelo, monedas de oro, bellas y
valiosas como la antigüedad.
Ante su auditivo reconocimiento por el sonar
del precioso y rico metal, el robusto hombre, ávido por hacerse de las mismas,
una vez encendida la lámpara de keroseno, procedió emocionado a recogerlas.
Al dirigirse a su baúl, donde guardaba su
dinero en moneda y para acaparar sus tesoros, grande fue su sorpresa al saber
que los metales de oro y plata que le habían arrojado los duendes, eran las que
tenía en su vieja bujeta y que le habían sido sustraídas por los trasgos para
mofarse de su avaricia…