22/9/09

LA MEDIOCRIDAD DE “LA LEY” Parte I.



LA MEDIOCRIDAD DE LA LEY- PARTE I.

                              AUTOR. CÉSAR MIGUEL OCAÑA RAMÍREZ


La Sencillez, la humildad y el respeto hacia nuestros semejantes, son virtudes que hacen grande a cualquier persona, más aún, cuando aquella ocupa un cargo relativamente importante, y las conserva sin alteración alguna.
Juan Marcone Morello, ilustre abogado peruano, nos comentaba sobre el síndrome del juez mediocre, y se preguntaba:
¿Cuál es el mecanismo que opera en ciertas personas, para que debido a un nombramiento de juez, aunque sea de suplente, los transforme en otras personas?
¿Por qué los afecta en lo psíquico y en lo físico?
¿Cómo se puede producir tan rápido este fenómeno?
¿Por qué ese súbito cambio?
¿Es normal?
La Urbanidad y las buenas maneras enseñadas por el correcto Carreño, engrandecen la calidad del ser que las practica.
La Sencillez y la Humildad de los grandes hombres, al parecer no forman parte de la personalidad de algunos “hombres de leyes” en la actualidad, especialmente en aquellos que tienen la suerte de ocupar durante buena parte de su vida, un cargo excelso, respetado y muy bien remunerado.
El concurso, la reincorporación o la promoción (incluido el factor suerte) son medios para asumir un cargo y desempeñarse como juez, vocal o fiscal, sea como titular, provisional o suplente; algo profesionalmente normal y exitoso para un hombre de ley. Pero eso, en lo que respecta a nuestro tema, o sea el cargo asumido, no es el problema; sino la base reveladora y generadora de un incomprensible problema: EL PROBLEMA DE LA “MEDIOCRIDAD”, de la que nos hablaba el gran José Ingenieros.
Mediocridad, de quienes asumen la obligación de “administrar justicia”, y no desean volitivamente reconocer la vigencia de las normas de grandeza.
Mediocridad, que encierra dentro de sí, tristes complejos de quienes no están ni estarán preparados para recibir y desempeñar tal encargo:
Complejo de superioridad y poder.
Complejo de una creencia de perennidad en el cargo.
Complejo de una eximia e hipotética sapiencia, y el complejo de la inexistente equivocación.
Decía el referido Marcone Morello, el juez mediocre: Es aquel que como animal huraño tiende a aislarse, se vuelve hosco, solitario y receloso, ya no reconoce amigos, anda con la cara levantada, el gesto duro y la nariz hacia arriba. Cree que todos le vamos a pedir algo, es aquel que se cree grande ante los humildes y se humilla ante los poderosos.
¿Cómo afecta en lo psíquico? Quienes ocupan el cargo de juez, vocal o fiscal, ahora dicen: Yo soy diferente, no tengo porque reunirme con quienes no son como yo, no es bueno que me vean con cualquier persona, no es bueno que salude a cualquier persona, no permitiré que cualquiera se me acerque; empiezan pues a mirar desde su mundo de imaginación en grande, que aquellos que no son como ellos son inferiores, que no merecen los buenos días o el hasta luego, que el cargo es para toda la vida y que jamás lo dejarán, no se piensa que todo lo finito se acaba alguna vez.
Quienes ocupan el cargo de juez, vocal o fiscal dicen: El, ella o aquel abogado que no es como yo, no sabe nada, jamás debe saber como yo, no sabe lo que sabe un juez, empiezan así a pensar que los demás, quienes no son como ellos, no saben y siempre se equivocan, pues piensan que está prohibido siendo magistrado saber menos que otro, o se resisten a aceptar que otro pueda tener la razón.
¿Por qué este cambio súbito, de ser un abogado independiente y mañana por fortuna de la vida o reconocido conocimiento, se es un “magistrado”? ¿Qué diferencia existe? ¿El cargo, el sueldo, el poder? Obviamente que sí, es un cargo respetado y respetable, es un sueldo decoroso y decididamente muy deseado por todos y no sólo por hombres de derecho, es un poder que hace muchas veces intocable.
¿Pero es motivo suficiente esto para que transforme negativamente a una persona en otra persona?
¿Puede un hombre inteligente dejar de lado su orgullosa sencillez, por el hecho simple de llegar a un puesto en donde se requiere urbanidad, buenas maneras, humildad y respeto hacia los demás?
La magistratura, debe ser sinónimo de respeto ganado; así como respetas, serás respetado.
Debe ser sinónimo de conocimiento; así como se sabe, otros saben igual o mucho más y es de grandes aceptarlo, y no creerse un iluminado.
Debe ser sinónimo de educación, el respeto y humildad los hace grandes y queridos, quienes no practican esas virtudes se convierten en seres despreciados, el no saludar hace menos y despreciado.
Debe ser sinónimo de aceptar las equivocaciones cometidas, verlas en uno mismo y no verlas únicamente en otros.
Grandes magistrados que fueron y que por ajena maldad, naturaleza de la vida y el tiempo, ahora ya no lo son, son muy respetados y queridos aún después de tantos años.
Magistrados mediocres que fueron, hoy no son respetados, pues ellos no lo hicieron y hoy el desprecio hacia ellos, les pasa la factura de lo real de la vida.
El magistrado debe de ganarse todo el respeto mientras lo puede hacer. Pues se requiere ser una gran persona, se requiere gran personalidad para estar a la par con la magistratura y no convertir el cargo asumido, el poder detentado y el dinero que se gana, en un problema negativamente transformatorio, no tiene porque doblegarse la personalidad, ni pretender la exclusión de nadie, pues quien crea que tenga poderes o conocimientos divinos e infalibles que se aparte de la misión de juzgar, la humildad, la educación y la sencillez hace grande a la persona humana y más aún desde un cargo tan importante y que por suerte, no es eterno.



PIERO CALAMANDREI decía: En el Juez no cuenta la inteligencia, le basta poseer la normal para poder llegar a comprender, como encarnación del hombre medio, QUOD OMNES INTELLEGUNT (lo que todos entienden) importa sobre todo la superioridad moral, la cual debe ser tan elevada en el juez, que llegue hasta perdonar al abogado que sea más inteligente que él.



Afortunadamente, hay muchas excepciones.
PUBLICADO EN EL AÑO 2007  
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