30/7/10

“EL PRÍNCIPE AMOROSO, QUE PARTIÓ DIRECTO AL CIELO”



CÉSAR JOSÉ DÍAZ RAMÍREZ
“EL PRÍNCIPE AMOROSO, QUE PARTIÓ DIRECTO AL CIELO”

Dedicado a la memoria, de César Díaz Ramírez: Canchaque 20/06/1954 - Trujillo 15/02/2009.

Evangelio según San Mateo: Capítulo 23, versículos 1,11 y 12: Entonces Jesús dirigió al pueblo y a sus discípulos el siguiente discurso: “QUE EL MÁS GRANDE DE USTEDES, SE HAGA SERVIDOR DE LOS DEMÁS. PORQUE EL QUE SE HACE GRANDE SERÁ REBAJADO, Y EL QUE SE HUMILLA, SERÁ ENGRANDECIDO”.

En la presente dedicatoria, es mi más humilde deseo, tratar de elaborar a través de su contenido, un sencillo, y muy merecido reconocimiento- aunque tardío a la vez-, a fin de pregonar desde el fondo de mi ser, de mi mente y de mi corazón, las virtudes que conocí, y que coronaron a un ser humano de exclusividad, llamado en vida física: César Díaz Ramírez, “UN HOMBRE QUE NACIÓ PARA QUERER, Y HACERSE QUERER”, y que con seguridad, ha tomado el camino que lleva directo al cielo, por el bello ejemplo de amor, humanidad y generosidad que nos dejó.

Richard Bach, en su relato “Juan Salvador Gaviota”, imagina sentimental y maravillosamente: “QUE EL CIELO, NO ES UN LUGAR, NI UN TIEMPO. EL CIELO, CONSISTE EN SER PERFECTO”.

En los hombres excelentes, sostuvo el pensante José Ingenieros: “LAS PEQUEÑAS VIRTUDES SON USUALES, DE APLICACIÓN FRECUENTE Y COTIDIANA, ESTAS VIRTUDES, SIRVEN PARA DISTINGUIR AL HOMBRE BUENO DEL HOMBRE MALO”.

Tomas de Kempis, de manera extraordinaria, nos enseñó y dejó una obra fabulosa: “IMITACIÒN DE CRISTO”, para poder aprender la manera, de cómo llegar a él, haciéndonos meditar sobre la muerte, en uno de sus bellos capítulos.

¿Quién fue, César Díaz Ramírez?: “EL HOMBRE, QUE NACIÓ PARA QUERER Y HACERSE QUERER, Y QUE CONVERTIDO EN UN PRÍNCIPE, PARTIÓ DIRECTO AL CIELO.

César Díaz Ramírez, nació un 20-06-1954, en el distrito de Canchaque, provincia de Huancabamba, departamento de Piura, y falleció recientemente el 15-02-2009 en la ciudad de Trujillo, sufriendo valientemente y bregando en silencio hasta su final, todo, por amor y despreocupación para con sus seres queridos.

César Díaz Ramírez, durante el tránsito de su vida en este mundo, y desde que las estrellas más luminosas de la noche, y el sol de la mañana, hicieron brillar su enorme corazón, vivió desprendidamente a favor del servicio y ayuda al prójimo.

Fue un hombre que supo que las virtudes; son aquellas disposiciones constantes del alma, que nos incitan a obrar bien, y evitar el mal.

Su bondad y su generosidad, se reflejaron luminosamente en su brillante sentido del humor, y en su estupenda y atractiva figura humana.

Su benevolente corazón, lo hizo servidor de los demás en la medida de sus posibilidades.

César Díaz Ramírez, hombre joven y bondadoso, no conocía la enemistad. Su gran calidad espiritual se lo impedía.

Supo pedir perdón con amor cuando lo necesitaba, y su deseo de enmienda era admirable. Nunca, a pesar de su elevada bondad, presumió de grandeza benevolente, ni de generosidad; se humilló por amor y servicio al prójimo, para ser engrandecido sin desearlo.

César Díaz Ramírez, has dejado de existir materialmente, impregnándonos en el corazón de tanta gente, tus buenas obras; fuiste, eres y serás, desde que te conocimos con nuestras luces de razón, parte y alegría de nuestra vida. Personalmente me enseñaste a no temer a las enfermedades, menos a la muerte, con tu actuar me enseñaste a servir a los demás.

Tuve la dicha de conocerte, quererte, amarte y emocionarme cuando se anunciaba tu presencia. Todos sabíamos que alegrabas las almas, incluso hasta las más enfermas.

Fui una pequeña parte de tu enorme generosidad, pues me ayudaste a estar donde puedo, y tengo que estar.

Tuviste fortaleza espiritual y material y en todos tus pensamientos y tus obras, desde que te conocí, te portaste como si luego hubieses de morir.

Todo lo bueno hiciste mientras pudiste, sólo para alegrar el corazón de la gente. Jamás conocí persona que tuviera queja de ti.

Siempre tuviste presente la hora de la muerte y te preparaste cada día a bien morir.

Viviste cada día aparejado al bien, hiciste el bien silenciosamente a cuantos te lo solicitaron, y de un modo tal, que la muerte no te encontró descuidado.

Mucho bien obraste cuando tuviste salud, y extraordinariamente cuando no la tuviste.

César Díaz Ramírez ¿Quién no se acercó a tu luminoso féretro, mientras de seguro tú, brillante como el sol, repleto ya de la verdadera vida, observabas flotante como las nubes e invisible como el viento, y al lado de seres celestiales, que ante lo que era tu cuerpo material ya inerte, entre lágrimas de sincera y profunda pena, expresaban los que creían verte sólo durmiendo, “QUE TÙ, HABÍAS DEJADO UNA ESCUELA DE AMOR Y QUE TE IBAS COMO UN VERDADERO PRÍNCIPE”. Cuan felices se abran sentido tus nuevos acompañantes, al hacerte sentir las lágrimas de dolor de los que aún en vida física te observaban, en lágrimas de amor.

Te previniste con tiempo haciendo buenas obras, sin esperar el auxilio de otros para después de tu muerte. Pues no era necesario pedirle al cielo, que acogiera tu alma, porque vas directo a el. Hoy, mi mente y mi corazón limitados, piensa y siente por lo que fuiste e hiciste, que ya eres parte celestial, y que no volverás jamás a este mundo, cumpliste tu misión, y te fuiste dejándonos en nuestra memoria, tu fortaleza física y emocional, para la eternidad de tus recuerdos.

Oh amado mío, decidiste convivir con la voluntad del cielo, cuando aquí estuviste.

Nuestro Señor Jesucristo, hijo de Dios, te engrandecerá y te llevará junto a él, directo al cielo imaginado por Bach, por haber sido un hombre excelente.

Tomas de kempis, no te podrá decir jamás, que tu memoria pronto se perderá; pues no te olvidaremos. Cuando en este mundo se nos va algo bueno, algo bueno viene también.

Lo que hacía tu mano derecha, decidiste que no lo supiera jamás tu mano izquierda, siempre me lo repetiste. Te fuiste sólo y con la fuerza de un gran hombre.

Agradezco al cielo de Dios, por haberte conocido mi amoroso príncipe, por haberte abrazado y besado, por haberme dado la alegría de verte, vivir a tu lado y escucharte muchas veces. Viviste en la humildad que nunca desechaste, porque la grandeza material no era la razón de tu vida, sino el amor a Dios y a tus semejantes.

A pocas noches de tu partida, cuando tu inesperado deceso físico, me hacía retornar mental y tristemente a tiempos pretéritos, en que a diario te veía, y donde tu hermosa sonrisa reflejaba tu grandeza, desde el amanecer hasta el anochecer. Con el corazón adolorido por tu partida, pero gozoso por sentirte traspasando como un rayo infinito hacia la perfección, se acercó a mi, la pequeña y grandiosa luz de mi vida, abrazándome con gran amor, y mirando ambos hacia arriba, con tristeza me manifestó: “papá, yo me quisiera morir”, quebrada mi emoción y mi corazón por tal expresión, y a punto de caer nuevamente en lágrimas, le respondí preguntándole ¿por qué te quieres morir amor mío? Porque quiero ver en el cielo a nuestro príncipe, me respondió. ¡Oh Dios mío!..LÁGRIMAS EN MI CORAZÓN. Yo también quiero verlo, le volví a responder. Algún día lo veremos, y más lindo de lo que era, pero cuando lo hagas tú, le pido al cielo que yo, ya lo haya visto mucho antes.

Mi bello príncipe: César Díaz Ramírez, tu vida fue una obra de bien.

Desde donde estés, vuela, vuela y sigue volando hacia el infinito, directo hasta alcanzar el cielo, sé que está próximo a ti, y que allá no existe la infelicidad, el dolor, y la muerte, sé que todo es paz, eternidad, infinitud, y amor.

Gracias por todo lo que nos diste y nos enseñaste, te amaremos y te recordaremos por siempre, y hasta el fin de nuestros días.

PUBLICADO EN EL AÑO 2009, EN LA REVISTA REGIONAL "VISTAZO", A POCOS MESES DE SU PARTIDA.
AUTOR:  CÉSAR MIGUEL OCAÑA RAMÍREZ















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